El fotograbado sigue vigente gracias a un taller con tradición y en constante renovación - 28/05/2022 - EL PAÍS Uruguay

2022-05-29 01:32:28 By : Ms. AU PINY

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"A mí la pandemia laboralmente me hizo mucho bien”, dice María De Castro (50 años). Taller Grabados es uno de los tantos emprendimientos que pudo rescatar el lado positivo de estar tanto tiempo encerrados por la llegada de la covid-19.

En el caso de María el confinamiento la llevó a investigar y, dentro de las técnicas de grabado que son su especialidad (fotograbado), se le dio por intentar lo que llamó el grabado botánico.

Lo que hizo fue elegir plantas autóctonas del Uruguay o simplemente los yuyos que hay en las veredas o parques de la ciudad y usarlos como motivos para grabar en los productos que ya caracterizan a su emprendimiento. Los primeros objetos que sacó fueron los identificadores de copas o vasos, que ya eran un artículo muy exitoso del taller. Se trata de clips de acero inoxidable que van en el borde o en el pie del recipiente para que, por ejemplo en una reunión, cada uno sepa cuál es su vaso. En este caso están grabados con hojitas o yuyitos, todos diferentes.

También usó la técnica para portacelulares o portatabletas, dos artículos que se volvieron muy útiles en pandemia por las reuniones de Zoom, y para marcadores de libros. “Fue un trabajo que llevó muchos meses de investigación. Fue a prueba y error, después de copiar muchas veces y no lograrlo, ya sea porque se pasaba la luz o porque las texturas de las plantas no se adherían a la chapa. Fue mucho tiempo de equivocarme y arruinar muchos trabajos hasta que logré lo que quería. Hoy estoy muy orgullosa y contenta”, destaca María.

Su próximo objetivo es realizar una serie de cuadros botánicos, varios de ellos con plantas que recolectó en Villa Serrana. Aclara que cada diseño es único e irrepetible porque ninguna planta es igual a otra. “La motivación vino por ese lado, yo quería generar algo que fuera realmente distinto”, apunta sobre un trabajo que ha sido muy bien recibido por la gente, que lo valora mucho y se lo encarga cada vez más.

Pero si María puede darse ese “lujo” de innovar es porque se ha ganado un merecido prestigio luego de 22 años en Taller Grabados, taller que heredó de su suegro Jorge Álvarez, creador de este espacio allá por la década de 1970. “Jorge empezó en forma autodidacta y experimentando grabar placas de bronce, acero o incluso de oro con ácido hasta llegar a ser un experto en la técnica. Fue maestro de muchos talleres y de muchas personas. Ya no está, pero hasta su último día de vida estuvo en el taller con nosotros disfrutando de ver cómo se iba transformando”, recuerda.

María fue gran responsable de esa transformación que le dio un toque más contemporáneo, poniendo especial atención en el diseño. “Yo me formé en el taller. A partir de estar trabajando ahí entendí que necesitaba incursionar un poco más en el tema del diseño porque el taller me daba las herramientas, pero necesitaba pulir un poco más todo eso. Entonces hice cursos en la ORT y con Franca Rossi en la Escuela de Diseño Industrial, y luego en oportunidades puntuales”, cuenta.

La artesana había hecho la licenciatura en Turismo y Hotelería en el Ministerio de Turismo, cosa que la llevó a trabajar durante mucho tiempo en el hotel Belmont House. “Trabajar en un hotel cinco estrellas me dio otros conocimientos y contactos que estuvieron muy buenos también”, apunta. Se casó, tuvo dos hijos y el taller de su suegro se presentó como una buena posibilidad de combinar trabajo con la crianza de sus pequeños como quería, siendo una madre presente. En cuanto a su marido, también trabajó en el taller pero solo mientras estudiaba para recibirse de historiador económico. Cuando esto ocurrió, María se incorporó de lleno al taller, cosa que se dio en 1998.

"Me enamoré de esto. Seguí con la tradición familiar”, dice con orgullo quien fue incorporando nuevos artículos y nuevos materiales, pero sin perder la esencia de Taller Grabados. Para ello contó siempre con el apoyo y la labor de su mano derecha, Aldo Bianchi, quien ya trabajaba con su suegro e incluso estuvo en la etapa de los años 80 en la que Taller Grabados cerró en Montevideo y se instaló un tiempo en Buenos Aires.

“Aldo hace toda la parte sucia del taller, todo lo que es pulido, lijado. En el resto de las etapas estoy yo: en el copiado, el grabado, la pintura, y en la terminación y el pienso de cada una de las piezas, que es la parte que más me gusta”, señala. Es un mano a mano entre María y Aldo, salvo en época de zafra en la que buscan la ayuda de otros talleres para tareas concretas y llegan a ser entre 6 y 8 personas, además del tornero con el que trabajan desde hace más de 20 años. Esa época de venta fuerte va de noviembre hasta marzo e incluye los regalos empresariales de fin de año, la feria Ideas+ y la Feria de Punta del Este (donde están todo el año).

Durante el año el trabajo se concentra en el taller que está en Punta Carretas, pero también están presentes en el Mercado de los Artesanos (María integra la Asociación Uruguaya de Artesanos) y en Hecho Acá, además de las redes y su sitio web (tallergrabados.uy). Las ferias en el exterior, para las que no le han faltado invitaciones, han quedado un poco relegadas por falta de tiempo.

“Ahora siento que estoy como para empezar a sacar mis productos afuera”, confiesa María como una de las materias pendientes junto con su postulación al Premio Nacional de Artesanía. “Me voy a presentar en algún momento porque ya me han dicho muchos colegas que lo haga”, acota. Reconocimientos ha cosechado, desde premios del Ministerio de Educación Cultura pasando por Hecho Acá hasta una mención en la reinauguración del Hipódromo de Maroñas. “Esas pequeñas cosas te ayudan a decir ‘estamos en el camino’”, admite.

Eso y pelear por rescatar o mantener un viejo oficio son los motores de su día a día junto a los suyos. “El taller es un espacio creativo y un espacio de trabajo que amamos en esta familia. Yo tuve la suerte de recibir eso y de tomarlo, porque sino esto se terminaba ya que no había nadie más que siguiera con esta técnica del grabado, del aguafuerte, que es una técnica artesanal que se está perdiendo”, se lamenta la artesana.

Sus hijos –Mateo, de 26 años, y Martina, de 18– por el momento no aparecen como una opción de herederos laborales si bien tienen vocación artística, más concretamente por el lado de la música. “A veces compartimos el espacio y mezclamos tambores con el taller; se vuelve sala de ensayo. Así que no pierdo las esperanzas que con el tiempo aparezca el interés de incorporarse al trabajo porque aman el taller pero, aunque ayudan en cosas puntuales, tienen su propio viaje. Sino habrá que formar a alguien al que le interese seguir con el oficio”, concluye.

“Me conocen por los calendarios, no los puedo dejar de hacer”, dice María sobre su producto estrella. Surgió a partir de una pieza antigua que llegó al taller, una especie de brújula chiquitita que no entendían qué era. “Dijimos ‘esto es lindo para hacerlo más grande y que sea utilitario’”, cuenta sobre la pieza que creó junto a su esposo en 1998. “Le fuimos incorporando diseños, algunos con termómetro o tipo tabla de tiempo”, acota. También lo han hecho como pisapapeles, con pie para escritorio, para pared. “Me ha traído muchas satisfacciones, ha sido premiado en exposiciones y lo han regalado a todas partes del mundo”, destaca.

María De Castro y Lucía Queirolo (títeres La Nave) fueron seleccionadas por la Asociación Uruguaya de Artesanos (AUDA) para representar al país en la 16 edición del Festival de Corumbá (Mato Grosso, Brasil) que se está llevando a cabo por estos días. Artesanos de AUDAya participaron en otras oportunidades, la diferencia de este año es que se resolvió armar un stand que no fuera solo de las creaciones de las candidatas elegidas, sino un stand uruguayo con piezas de distintos integrantes de la asociación. “Tratamos de que fuera lo más representativo posible”, dijo María. “Este tipo de instancias son muy enriquecedoras”, agregó.

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