Néstor Sanmiguel Diest, el patrón y la libertad en el Palacio de Velázquez

2022-06-03 18:50:44 By : Ms. Dina Ding

No es una antología, porque su trabajo genera casi constantemente caminos nuevos y descabala certezas, se resiste a mostrarse por los procedimientos habituales, pero “La peripecia del autómata”, la muestra que desde el 3 de junio el Museo Reina Sofía brinda a Néstor Sanmiguel Diest en el Palacio de Velázquez, sí nos permite repasar algunos de los principales proyectos que este autor ha llevado a cabo desde fines de los ochenta, cuando inició su trayectoria artística, hasta ahora.

La ha comisariado Beatriz Herráez, directora de Artium Museoa, y el 24 de junio se abrirá en ese centro de Vitoria otro capítulo de la exhibición, que subraya las particularidades del lenguaje del zaragozano, muy personal y articulado en signos gráficos y registros pictóricos. No se ha planteado conforme a un recorrido ordenado cronológicamente, sino estableciendo espacios de sentido entre las piezas, cartografías que enlazan sus intereses en unos y otros momentos.

El título de la propuesta, que ha llamado la atención de muchos, procede de un texto de José Bergamín sobre la necesidad del ser humano de generar mecánicas, reglamentos, en torno a la vida y el mundo para controlar el vértigo ante la muerte; de hecho, varias de las obras aquí reunidas las ha realizado este artista a partir de sistemas de azar controlado, atendiendo con libertad a los recursos de apropiación y copia e incorporando referencias musicales o literarias (encontraremos en el Retiro transcripciones de Las olas de Virginia Woolf, o de Rayuela de Cortázar); también a pintores con los que ha experimentado afinidades, como Miró, Pollock y Ellsworth Kelly, a quienes descubrió en su infancia; Picabia, Rosemarie Trockel o Bridget Riley.

Su carrera comenzó ligada a colectivos como Ua Crag y Segundo partido de la montaña, para avanzar ideando métodos particulares de relación entre imagen y texto en sus dibujos y pinturas. Entenderemos mejor sus esencias conociendo que, antes de iniciarse tardíamente como artista y en su primera época como tal, fue Sanmiguel patronista en una factoría textil, centro que no abandonó del todo hasta 2000: en muchas de sus composiciones tiene enorme peso la meticulosidad y la precisión de sus procesos de trabajo en aquella fábrica, e incluso sus mismos horarios, dado que eligió trasladar su jornada laboral de ocho horas a la ejecución sistemática de su producción en el estudio. Producción que, si no le convence… somete a la quema, porque concibe su andadura, y seguramente cualquier otra, como un camino de devaneos y caprichos a seleccionar.

Aunque transfiriese a su estudio cierta cadena de montaje y se valga también de patrones, troqueles y matrices (ha explicado hoy Borja Villel que, más que tener un taller de artista, él es un artista de taller), sus piezas no son en absoluto objetos de consumo, ni el fruto de la alienación de un trabajo impuesto, sino la plasmación de un placer: el de jugar con normas que el propio creador adopta libremente.

Desde esa misma libertad, ha preferido Sanmiguel Diest no residir en una gran ciudad, cerca de ambientes artísticos profesionales -en Madrid es representado por Maisterravalbuena, galería que, dice, le rescató de las garras de la desaparición y el olvido-, sino en Aranda de Duero, optando por crear desde una periferia que, además de geográfica, es discursiva. Alude a su labor como el oficio de esquivar, porque ha preferido alejarse de las tendencias dominantes, de las dimensiones habituales desde las que concebimos la pintura contemporánea (gestualidad, abstracción, narratividad) para cuestionar justamente esos modos de producción creativa y su misma organización temporal.

Encontraremos en sus piezas en el Palacio de Velázquez, además de alusiones culturales como decíamos, otras de índole cotidiana, en forma de facturas, documentos habituales, páginas de prensa… y también restos iconográficos de su militancia política, incorporados desde el humor.

Nos presenta en primer lugar “La peripecia del autómata” pinturas de gran formato datadas en los ochenta que despliegan las que podemos considerar sus formas madre: figuras que, en años venideros, alimentaría o haría decrecer, como si las tallara en los lienzos. Cuentan también con elementos en los que, asimismo, seguiría trabajando: plantillas, engranajes, textos, acrónimos… que aparecerán con contundencia en obras posteriores cuya ejecución le llevaría varios años, como Las emociones barrocas (1997-2005) o Libro para Manuel (El segundo nombre de las cosas) (2009-2010).

Y cuando reproduce mecánicamente lo ya escrito (en el caso de Las olas, se valió de una plantilla), opone esos textos a la disciplina de la historia y sus métodos y ejerce de buscador de perlas, título precisamente de una de sus piezas (Hanna Arendt llamó así a Walter Benjamin por su afán coleccionista). Otros fragmentos de pasado que elige recuperar de forma más o menos directa, consciente de que su descontextualización puede hacerlos revivir o todo lo contrario, proceden de Joy Division y Sonic Youth, William Burroughs, André Malraux o Ursula K. Le Guin.

No dejéis de prestar atención a los títulos de sus lienzos: contienen aforismos y juegos de palabras que propician relatos paralelos en torno a su producción.

Néstor Sanmiguel Diest. “La peripecia del autor”

Del 3 de junio al 19 de septiembre de 2022

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