San Fermín no descansa

2022-07-22 18:51:14 By : Ms. Sunrise Yu

Pamplona atraviesa el ecuador de San Fermín. Unas fiestas que giran en torno a los toros: el encierro por la mañana y la corrida por la tarde. Nueve días en los que no se para ni de noche ni de día. 

RAQUEL AGÜEROS La calle Esrafeta a la altura de la calle Tejería

Son las 5,30h y todavía no ha amanecido. En la sede de la Policía Foral de la Cuesta de Beloso, todo el engranaje del dispositivo de seguridad del encierro ya está en marcha. En realidad, y como durante los nueve días de San Fermín, aquí no paran nunca. Juanma Gil, subinspector al mando en la previa, ultima los detalles en la comisaría de la Policía Foral. A esa hora se empieza a organizar el dispositivo de la corrida de la tarde desde una pequeña oficina con dos mesas sencillas y las paredes forradas de mapas, pizarras (una para escribir y borrar y otra con las identificaciones numéricas de los vehículos policiales), un calendario y un colgador de llaves para coches con mampara (para trasladar a los detenidos) y sin ella (para los policías).

“Han comentado manga corta”, informa el subinspector Jorge Fuertes por el portófono, el talki, a un compañero. A 17 grados al punto de la mañana, se intuye que el calor apretará en las horas centrales del día. 

El ecuador de las fiestas y el hecho de que sea lunes, hace que la cosa esté tranquila después de un fin de semana complicado. Al acabar su turno, Julián dice con alivio que “esta noche hasta se podía andar por la calle, nada que ver con la noche del sábado”, que se saldó con diez detenidos.

Faltan dos horas para el encierro y después de aparcar en el centro de Pamplona, Jorge se planta el chaleco antibalas, los pinganillos (uno, para el canal interno de la Foral y el otro de coordinación con la Policía Municipal) y los guantes anti corte para protegerse de clavos, cristales, tornillos y lo que se tercie. 

Los veinticuatro carpinteros que cada día montan y desmontan el vallado del encierro ya llevan un buen rato cargando postes y tablones a la velocidad de la luz. Iñigo Aldaz, jefe de carpintería del vallado, controla que todo esté perfecto. Los forales, les dan apoyo porque trabajan con mazas, martillos y materiales que pueden conllevar situaciones de riesgo.

En Estafeta se entremezclan el olor a pis, a vino y a nenuco, el blanco impoluto con el que ha dejado de serlo para volverse tinto y la noche y el día. Caras de sueño, rostros despiertos y agentes de paisano de los que nunca sospecharías que son polis. Y muchos, muchos bostezos. Un señor que vende globos con luces da por finalizado su turno y se aleja del lugar por el que en un rato los Cebada Gago esparcirán el espanto. 

La prensa acreditada para el encierro hace rato que ha tomado posiciones. En algunos tramos, se echan a suerte el sitio. En otros, va por orden de llegada. Es el caso de Rodolfo Leos, un fotógrafo dice que jubilado. Nacido en Pamplona, de madre de Carcastillo y padre de Nuevo México, vivió al otro lado del charco durante treinta y seis años. Envía fotos y vídeos del encierro a New México Magazine y una filial de la ABC de El Paso, Texas. Rodolfo habla con un acento entre pamplonés y yanqui mexicano, “a ver, después de treinta y pico años…” Se va a poner en el callejón, justo en la entrada de la plaza de toros porque “aquí los toros entran un poco más despacio y más separados, eso te permite obtener imágenes algo más allá de la carrera. Aquí, vamos a decirlo así, pueden pasar cosas más interesantes”. Y no se equivocó. Después del agónico encierro en el que tres mozos fuero corneados, Rodolfo dice que “donde estaba yo también hemos tenido bastante drama. Dos toros se han caído en la entrada y han golpeado a varios corredores”. Hace unos días, en este mismo punto, el fotógrafo de Diario de Navarra Iván Benítez se cayó y se rompió dos costillas.

Corría 1991 cuando Carlos Yárnoz empezó a trabajar como agente raso en el dispositivo del encierro. En 31 años ha ido subiendo escalones y ahora es Comisario Jefe de la División, Prevención y Atención Ciudadana de la Policía Foral. Hoy, junto al responsable de la Policía Municipal, dirige el dispositivo del encierro. Afortunadamente, casi todo ha cambiado desde su primer día: “el encierro de entonces era una batalla campal, estaba muy masificado, fuimos descubriendo procedimientos sobre la marcha y empezamos a aprender”.

RAQUEL AGÜEROS _ La Policía Foral intervino un patinete a un corredor del encierro. Se le propuso para sanción por la Ordenanza Municipal del encierro

Por la megafonía de la plaza de toros empiezan a animar a las personas que han comprado una entrada para ver el final del encierro, cuando los toros entran en el coso:

El que se levante para las seis*

San Fermín, que todo lo ve

Lo bendecirá, lo bendecirá, lo bendecirá

*Antiguamente, el encierro, que entonces se llamaba la entrada, era a las 6 de la mañana.

A las 6,43h ya se ha terminado de montar todo el vallado y hace un rato que forales y municipales han retirado del recorrido a las personas que no van a correr. Quedan corredores, policías, sanitarios que van y vienen, la máquina barredora, un camioncito con cepillos rodantes en los bajos que deja la calle como los chorros del oro “y los que hacen como que están estirando pero que no van a correr ni nada”, explica riendo un agente. Dice que son los que quieren ahorrarse la entrada a la plaza de toros, donde después del encierro se celebra una divertida y concurridísima suelta de vaquillas.

En los menos de 900 metros del recorrido, suena por megafonía la voz de una mujer que recuerda uno a uno los tramos del encierro y el riesgo que supone correr delante de los toros: “es imposible hacer todo el encierro. Por ello, es necesario elegir un tramo”. El mensaje completo se emite en castellano, euskera, inglés y francés.

Conforme pasan los minutos aumenta la tensión, sin importar si se corre o no. Los balcones están a reventar de gente. Dos forales timbran en un edificio por donde pasa el encierro, se identifican y comprueban que en las escaleras no haya nadie escondido que pueda salir una vez que el encierro está en marcha.

RAQUEL AGÜEROS _ Minutos antes del encierro

En la plaza de toros la Banda Municipal, que ameniza el cotarro la hora previa a la carrera, entona los acordes del pasodoble No te vayas de Navarra y el público corea con fervor mientras la Cruz Roja habilita las gateras de la entrada al coso para atender a contusionados y heridos.

Elvira Clavería, de Ujué, está en una de esas gateras: “el otro día saltó una vaca al callejón y me la encontré de frente. Me dio aquí (dice mientras señala el pecho), así que la agarré por los cuernos y oye, pues se volvió al ruedo”, describe esta mujer de 71 años, como si fuera lo más normal del mundo. Su compañera, Leire Gómez, flipa con ella, aunque tiene una explicación: “Elvira es la decana de las gateras”.

Cuando los Cebada Gago salen de los corrales de Santo Domingo, bastan unos segundos para comprobar que el encierro será más peligroso de lo que siempre es. Desde la plaza de toros, los asistentes lo ven a través de dos pantallas. Justo antes de entrar los toros se escuchan gritos de pánico y cuando los dos primeros atraviesan la plaza, uno de ellos se vuelve y se ensaña con dos mozos. Son segundos, pero el efecto que deja en el cuerpo de los presentes es de angustia, tembleques y llantos. Ha terminado el encierro y por megafonía informan de que “hoy es una mañana complicadísima. Hoy, pocas bromas. El que no sepa, que se retire del ruedo. Esto es Pamplona”. Se están planteando suspender las vaquillas porque todavía no hay un parte con el alcance total de las decenas de heridos por asta que se intuyen. 

En la plaza no hay información y la cobertura telefónica va y viene. A las 8,11h, Paco March, crítico taurino de La Vanguardia, envía un mensaje que dice: “Buff... al de la plaza le ha atravesado la pantorrilla a uno y a otro... se ha cebado pero aún no se sabe... en las calles no parece”. La señal de que no ha habido tragedia llega cuando salta al ruedo la primera vaquilla, con unos pitones del terror, a la vez que suena el Ave María, cuándo serás mía de Bisbal. Después, el A quién le importa de Alaska y Mi gran noche de Raphael. En encierro milagroso se salda con siete heridos, 3 de ellos por asta de toro.

“Los nietos de Franco no son reales”, dice un borracho que desayuna en el Mesón Brasil.

Esto es San Fermín.

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