Plaga de heroína en Villaverde Alto: una veintena de nuevos 'narcopisos' incrementa la inseguridad en el barrio

2022-10-07 21:26:22 By : Ms. Flora Li

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Viernes, once y media de la mañana. El portal del número 3 del paseo de Alberto Palacios, en Villaverde Alto, está custodiado por dos jóvenes agentes de la Policía Nacional. Un hombre con sudadera y capucha, visiblemente demacrado, intenta acceder. «No se puede pasar», ordenan los uniformados. «Es que vengo a ver a un colega…», ruega el tipo. «Está cerrado», le paran. El goteo de toxicómanos en ese bloque es incesante. Veinticuatro horas antes, la Policía había irrumpido en el bulevar del barrio y lo había clausurado. Este es solo uno de la veintena de 'narcopisos' que han surgido como hongos en el barrio, hasta hace muy poco casi virgen de esta lacra, según el mapeo realizado por los vecinos de este populoso distrito.

No solo es el paseo de Alberto Palacios. La calles de las Arenas, 4; José del Pino, 7-9; Sulfato, 11; Camino de Viejo de Pinto, 8; Cacereños, 40; San Aureliano; Potes, 15; la plaza de Ágata… Y con cuatro colegios e institutos allí mismo. El censo de estas viviendas se ha multiplicado desde inicios de verano. ¿La razón? Los vecinos, que se reunieron el viernes con la portavoz de Más Madrid, Rita Maestre, lo tienen claro: «Se están desmantelando las narconaves y las chabolas de otras partes del distrito y se han trasladado a esta zona. No podemos permitir que el paseo de Alberto Palacios sea un estercolero, donde se vende droga, se esconda en las propias zonas ajardinadas y se trapichee como si esto fuera un mercadillo. La gente se quiere ir de aquí», explica Enrique M. (prefiere guardar el anonimato de su apellido), de la asociación cultural Gente de Villaverde.

Las narconaves desmanteladas a las que se refiere, entre otras, son las de la zona de San Dalmacio, las de San Cristóbal y el polígono Marconi; es decir, aquellas en las que históricamente se han vendido estupefacientes pero que, sobre todo, eran donde, presuntamente, se violó, prostituyó y drogó a la decena de niñas tuteladas en centros de la Comunidad de Madrid. Y que desembocó en la operación Sana, conocida a primeros de 2022 y con 37 detenidos, muchos de ellos de bandas latinas. Es decir, que la gran presión policial sobre los puntos más negros ha trasladado el problema a la zona más comercial y transitada de Villaverde.

Delegación del Gobierno apuesta por colocar vigilancia en las zonas con más pandilleros de Usera y Villaverde

A las siete de la tarde, los vecinos ya no salen a comprar a los comercios. Tienen miedo, repiten. Se suceden los atracos a punta de navaja, los robos a personas ancianas que acuden a cobrar la pensión a los bancos, los empujones y tirones para llevarse una cadena de oro en plena calle, agresiones… Y el pasado 9 de septiembre, en el mismo bulevar, hubo un gravísimo apuñalamiento para robar un móvil. «Sobre todo, lo que se están produciendo son sustracciones en el interior en vehículos», señalan fuentes policiales, que reconocen la problemática creciente en el barrio.

Javier Cuenca, de la asociación La Incolora, coincide en ese traslado de 'narcopisos' a Villaverde Alto. Añade, además, dos elementos novedosos: no se trata tanto de pisos okupados, como suele ser habitual, sino que son sus propios dueños o inquilinos quienes se dedican al tráfico de drogas: «De este modo, la Policía tiene más complicado conseguir una orden judicial y entrar en ellos». El otro punto es que casi todo lo que se despacha es heroína. Se pinchan o fuman 'chinos' en plena calle, dejando un reguero de papel de plata quemado, como ha podido comprobar este diario, por las calles del barrio. «Hace una semana, en una vía paralela al paseo, el propietario de la escuela musical El Naranjo presenció cómo tiraban de una cadena de oro de una señora mayor y la arrojaban al suelo. Lo que nos preocupa es el miedo y que se coarta la libertad de movimientos de la ciudadanía, y comienza a existir una sensación de desconfianza hacia el vecino. Cuando entre nosotros hay todo tipo de gente y procedencia que nada tiene que ver con la delincuencia», aclara.

Los afectados han puesto en conocimiento de todos los enclaves detectados a la comisaría de Usera-Villaverde. «Esto ha pasado a convertirse en un infierno. Llaman al telefonillo a las 4 o 5 de la madrugada. Hay broncas en el portal, te cruzas con gente en la escalera que te da miedo. Han desaparecido plafones, ceniceros, macetas… Los roban y los venden. Y en el propio paseo los ves venderlos. Terminan creando el barrio en un gueto, a nadie le gusta vivir así», se queja.

En cuanto al perfil de los dueños de los 'narcopisos', hay de todo, pero proliferan, dice Cuenca, «gente de siempre del barrio, que se dedica a la venta de droga por la crisis económica». Se cuentan «más de 30 o 40 servicios de venta de droga al día en un solo piso, lo que crea unas situaciones de estrés y ansiedad tremendas». Este martes llevarán el caso al pleno del distrito.

La situación es tal, que se ha creado la Plataforma contra la Droga 28021. Su portavoz es Pedro Romero, que tomó la decisión hace un mes, tras remitir cartas al Defensor del Menor, a la Delegación del Gobierno, a la concejal del distrito, a la Comunidad... Además, reside precisamente en Alberto Palacios, 3, el 'narcopiso' recién desmantelado: «Es como un avispero. Desalojan, pero los drogadictos necesitan sus dosis. En los años 80, el barrio ya sufrió esta lacra de la droga y esa huella sigue ahí. Hay gente de 50 o 60 años de esa época que han heredado viviendas, que tienen problemas con la toxicomanía y han encontrado una fórmula que es el tráfico tanto como el consumo de drogas en sus propios domicilios».

Villaverde Alto tiene más de 40.000 habitantes. Sin este problema, es un barrio ideal para vivir, con muchos comercios, metro y una población diversa, sin el ajetreo del centro. Pedro asegura que el problema germinó hace un año. «Van deambulando de un piso a otro. Es diario. Se produce también prostitución en esas viviendas, incluso de menores. En 65 metros cuadrados puede haber diez personas en un piso, y en cada habitación se está cometiendo un delito distinto», sentencia. A ello hay que sumarle el paisanaje alrededor de las casas de apuestas y el problema de bandas latinas que hay en Villaverde, donde el 23 de abril fue asesinado un pandillero de 18 años que fue investigado por el asesinato de otro menor, en Atocha, el 5 de febrero. Una rueda que no cesa.

Sobre su experiencia personal, Romero relata: «Cuando te toca la 'china' en tu portal, hay gente que viene muy necesitada, sin dinero; se pegan, insultan… Todo es muy caótico, se hacen sus necesidades, rompen cristales, meten fuego a algún bloque, consumen en las escaleras. Los drogadictos te meten la mano en el bolsillo, te increpan en una terraza y se llevan lo que haya encima de la mesa… Entiendo que es complicado, pero necesitamos una intervención».

Pero hay otro foco preocupante: la 'narcochabola', por llamarlo de algún modo, junto a la estación de Villaverde Alto, en la frontera con el polígono Marconi. ABC pudo comprobar cómo en apenas media hora iban y venían cerca de veinte toxicómanos, ya en las últimas, a pillar, pincharse o fumar heroína en plena calle. Eso repercute en los negocios y naves que hay justo al otro lado de la calzada. Paco Maldonado es el dueño del restaurante Tys y relata el robo sufrido la madrugada del domingo pasado, un tanto surrrealista, que sufrió: «El tipo llegó con un gato hidráulico, reventó la reja, rompió la ventanilla y se coló. A las 2.40 de la mañana. Se comió una empanada, un helado y se llevó dos barras de pan. Todo, en cuatro minutos». Además, el toxicómano robó 400 euros que tenía para el cambio y otros 200 en Lotería de Navidad. Luego, se fue a una nave de esa misma calle del Valle de Tobalina y robó ordenadores. El jueves, a las 20.30 horas, regresó, pero ya fue detenido.

La problemática de los 'narcopisos', que se había relajado en Puente de Vallecas, donde se colocaron cámaras de videovigilancia, también ha repuntado. Jorge Nacarinos, de la asociación del distrito en la zona de San Diego, reconoce que las intervenciones policiales la dejaron como algo residual. «Pero este verano, en algunas calles entre la avenida de San Diego y el parque Amos Acero hay una serie de viviendas okupadas donde estaba operando el clan de la Lupe». Tiene tomado un bloque entero de ocho viviendas y, además, otras diez 'guarderías' o puntos de venta en la zona.

«Los vecinos tienen dos perfiles; gente muy mayor que evita los puntos más peligrosos y hacen su vida dentro de casa, y los más jóvenes en viviendas más nuevas, que son los que nos plantean la problemática. Nadie se juega el tipo».

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